
Oh, Tierra amada, cuna de vida y hogar de todos. Mi paradisiaca, divina, hasta idílica, paraíso prometido para algunos pero en contraparte suele llegar a ser perversa para otros, porque tan acongojada hoy en día? ¿Por qué te mueves tan dolorosamente, ¿porque eructas fuego cuando te estremeces?.Tú, que has sido fuente de belleza y sustento durante milenios, hoy te encuentro herida, cansada y dolida.
¿Porque lloras tanto de dolor, acaso, no estás conforme con tu rol?
A lo largo de los siglos, has sido mucho más que un simple hogar; has sido el único sostén de la vida, el pilar inamovible que ha dado forma, sentido y propósito a esta colonia cargada de seres con vida. Tus vastos océanos, tus montañas majestuosas y tus interminables valles han sido testigos silenciosos de la evolución, del crecimiento y del florecimiento de incontables especies, de cada ciclo de vida que has albergado con paciencia, bondad y generosidad.
Eres la cuna de la humanidad, la madre de los ecosistemas más ricos y diversos que han existido en el universo. Eres la tierra firme bajo nuestros pies, el aire que respiramos y el agua que nos sustenta. Sin ti, nada de lo que conocemos tendría lugar; eres la esencia de la vida misma, el punto de encuentro donde todas las especies convergen, dependen y coexisten.
Sin embargo, hoy te siento frágil, abatida, como si la carga de los siglos hubiera finalmente comenzado a pesar demasiado sobre ti. Es como si cada paso que damos sobre ti te desgarrara un poco más, como si tus ciclos naturales se hubieran desbordado en un grito desesperado. Tus raíces ya no se sostienen como antes, y el suelo bajo nuestros pies parece temblar con la misma ansiedad y miedo que sentimos al verte tan herida.
Siento que has dado tanto durante tanto tiempo, pero ahora esa generosidad incondicional parece haberse agotado. Cada tormenta, cada terremoto, cada erupción parece hablar de un agotamiento profundo, de una lucha interna por mantener el equilibrio que el humano, en su arrogancia, ha roto con sus manos.
Tengo tantas preguntas que hacerte, con la esperanza de poder comprenderte. Dime, ¿cuáles son tus penas? Nunca antes me había percatado de verte tan animalada, abatida, desalentada y angustiada, hasta el punto de sentir una llllppldesesperación que me atrevo a llamar cobardía frente a lo inesperado.
Tú, que llevas tantas vidas a cuestas, que con tu constancia, perseverancia, tenacidad, empeño, persistencia, insistencia y firmeza, siempre estás dispuesta a ofrecer tu generosidad inagotable. Eres la madre universal de toda la rica biodiversidad que solo aquí podemos encontrar. Pero no solo eso: también eres el soporte terrenal que alberga y contiene todas estas variedades ecológicas.
Tú, y solo tú, con toda tu diversidad natural, das vida sin pensar. Incluso a aquellos humanos que a menudo se portan mal, siempre les tiendes la mano. No se puede negar que eres el suelo que ellos pisan; eres la tierra que les da frutos. Sin embargo, ellos arremeten contra ti con creaciones de asfalto y cemento, sin pensar en el daño colateral que te puedan crear.
Sí, esa eres tú, única y esencial, la figura principal de este modo de vida, en donde no hay otro igual. Si reflexionas, podríamos vivir sin los humanos; podríamos vivir sin los hermosos pájaros, o sin cualquier tipo de animales, ya sean de dos, cuatro o más patas. Pero sin ti, oh mi querida Tierra, al igual que el aire y las aguas de los ríos que forman un complemento unido, sin ti, no existiría vida aquí.
Entonces, ¿por qué te quejas y te acongojas? Perdona que te lo repita de una forma u otra, pero me asombras con tus cosas. Hay tanto que decir de ti, en esta historia interminable en la que eres la campeona, la paladín, la más rica de este sistema solar. ¿Qué más puedo decir que no haya sido dicho de ti?
Oh, mi amada Tierra, con tu forma que puede ser plana o redonda, ¿qué más da? Eres sin igual, ni Marte, ni Venus, ni Júpiter y mucho menos Urano se te pueden igualar Tu no tienes par; eres única y singular. Tienes todo lo necesario; ¿acaso quieres más?
Oh, mi amada naturaleza, cuán equivocada estás, distante de mi verdad. Reconozco y doy fe, con hechos y testimonio, cómo ha de ser que estoy repleta de variedades ecológicas, tanto exóticas como no exóticas. Sin embargo, a pesar de esta abundancia, sufro y desfallezco al ver cómo una de las criaturas que se suponía debía cuidar de los diferentes ecosistemas de nuestro hábitat, aquel que fue dotado de la mayor sabiduría y entendimiento, ha fallado en su cometido.
Se les otorgó el poder de proteger, amar y valorar cada especie, tanto con vida como sin vida. Porque, aunque sin vida las veamos, cada elemento tiene su propia frecuencia de vibración. No importa si se trata de un humano, una roca o un halcón; todos debemos ser valorados por igual, sin ninguna distinción.
Sin embargo, ciertas criaturas humanas se han desviado tanto, pero tanto, del amor hacia la creación, que me encuentro en la penosa obligación de confesarte que no puedo creer la magnitud de tanta vejación. Uno con otro se lastiman sin ninguna compasión, como si el dolor ajeno les importara menos que un pequeño chispazo de una luciérnaga. El amor y la armonía están en extinción, mientras el sufrimiento se propaga como un veneno o ponzoña desgarrándose el corazón con su avanzado desamor. Todo esto y más son las raíces profundas de mi dolor. Lloro y sufro en un mar de desesperación.
No se dan cuenta de que cada especie depende una de otra, que somos un conglomerado interconectado en el que ninguna vida es superior a otra. Aunque han sido dotados para cumplir roles especificados, eso no les da el derecho de creerse los amos. Fuimos creados todos por igual, destinados a vivir en hermandad y en armonía. Se supone que su función es ser los guardianes de esta vasta creación, pero su poder desmedido y su avaricia los han desviado de su camino y será su destrucción.
Han confundido sus roles; no fueron concebidos para ejercer opresión ni para dominar a otros seres en este intrincado entramado sistema de vida y amor. Con estas palabras, concluyo mi exposición. Espero que ahora comprendas la llama ardiente que me consume en mi interior, esta urgencia de un llamado a la conciencia que no puede seguir ahogada por el grito ensordecedor de la indiferencia y la desolación que nos amenaza sin reflexión.
Oh, mi tierra bella y altruista! Tu dolor se ha clavado en lo más profundo de mi corazón; entiendo tu inmenso sufrimiento porque yo también padezco el mismo dolor. Juntos, somos uno: tú, que eres el generoso hogar que ofrece una infinita variedad de maravillas naturales, ricas en sabores y matices que nutren a quienes habitan. Y yo que junto a ti les ofrezco, todo natural porque su cuerpo no es artificial amerita comer natural. Sin embargo, me pregunto, ¿por qué se desvían de lo natural y se entregan a lo artificial?
En este sistema ambiental, donde la comida procesada solo daña su esencia, ignoran que su cuerpo es más que carne; es un templo sagrado, constituido por miles de células vivas que albergan al ser más valioso. No comprenden la magia oculta que reside en su interior, ni el profundo vínculo que los une a ti y a mí en toda su extensión.
Como parte de ti, soy la naturaleza que todo lo ofrece, y, sin embargo, también me destruyen sin detenerse. Es increíble cómo se empeñan en arrasar con todo a su paso, olvidando que cada elemento de la naturaleza lleva en sí la chispa divina de vida. La creación es un hermoso entramado de redes interconectadas, donde las interacciones naturales dan lugar a una diversidad sin igual.
El bienestar de uno es, en verdad, el bienestar de todos en toda su totalidad. ¿Por qué, entonces, en esta inmensa creación, se empeñan en consumir lo artificial? En un mundo repleto de maravillas naturales, donde cada hoja, cada gota de agua y cada rayo de sol ofrecen un regalo único, parece incomprensible que el ser humano elija distanciarse de su esencia más pura. La tierra, con su generosidad inigualable, nos brinda una abundancia de recursos, cada uno impregnado de vitalidad y energía, esperando ser abrazados y valorados un día. Sin embargo, muchos prefieren lo sintético, lo desprovisto de alma, como si lo real no fuera suficiente para satisfacer sus anhelos.
Quizás se han olvidado de que lo artificial, aunque deslumbrante en su apariencia, carece de la profundidad y la conexión que se encuentra en lo auténtico. ¿O es que acaso el ruido de la vida moderna ha ahogado el suave susurro de la naturaleza, haciéndoles creer que lo creado por el hombre puede sustituir la belleza de lo que florece y respira a nuestro alrededor? La búsqueda de gratificación instantánea y comodidad a menudo les lleva a ignorar la riqueza de la experiencia natural, relegando a un segundo plano la maravilla de saborear un fruto fresco, de sentir la tierra entre los dedos, de escuchar el canto de las aves al amanecer.
Es triste pensar que, al optar por lo artificial, están también eligiendo perder la conexión con su propio ser, con el pulso vital que los une a todo lo que existe. La naturaleza no solo alimenta sus cuerpos, sino que también nutre sus almas, brindándoles un sentido de pertenencia y equilibrio en un universo que a menudo parece caótico. Así, me pregunto: ¿Qué será necesario para que despierten de este letargo y redescubran el valor de lo auténtico? ¿Cómo podemos recordarles que, al abrazar lo natural, no sólo honran a la Tierra, sino que también se honran a sí mismos?
Mi amada naturaleza, yo aunque a veces desfallezca no pierdo la esperanza de que todos unidos rompamos el ciclo de indiferencia y se despierta la conciencia dormida en cada ser humano, por muy incierto que parezca. Es hora de recordar que todos somos parte de este magnífico entramado natural, que cada elección cuenta, y que juntos podemos restaurar el equilibrio extraviado. Que la belleza de nuestra diversidad inspire nuestra alma y la de ellos y nos guíen hacia un futuro donde lo natural florezca y lo artificial desaparezca.
Solo entonces podremos encontrar la verdadera armonía que tanto anhelamos, y sanar las heridas que nos separan de los seres humanos.
Que nuestra determinación sea un faro radiante que ilumine el camino hacia un renacer, un resplandor que traspase las sombras de la desesperanza y la desolación. Que cada acción consciente que tomemos resuene como un eco poderoso en el corazón de cada ser vivo de este mundo de materia, creado como un gran salón para nuestra masterización. Un lugar donde el dolor, en su infinita tristeza, se transforme en esperanza resurgente, donde cada lágrima derramada se convierta en un manantial de vida. Que la destrucción, con su rostro sombrío, sea vista no como un final, sino como un punto de partida hacia el renacimiento, un ciclo de regeneración que nos permita florecer en unidad.
En esta visión compartida, las cicatrices del pasado se convierten en testimonios de nuestra resiliencia, y la fragilidad de nuestro entorno se transforma en una fortaleza que nos une. Que este faro de determinación inspire a generaciones venideras, recordándoles que la unión entre todos los seres es el verdadero motor de la vida. Juntos, podemos edificar un mundo donde cada latido de la Tierra resuene con la música de la esperanza y la armonía, creando un sinfonía de vida que celebre nuestra interconexión y nos guíe hacia un futuro brillante, cargado de amor y armonía.
Y así, con el corazón lleno de fervor y determinación, me despido, no como una voz aislada, sino como parte de este inmenso coro de la vida que clama por un cambio. Que nuestras esperanzas y sueños se entrelazan en un tejido de amor y respeto por cada chispa divina que todos dentro llevamos, tierra, mar, humanos, animales todos somos hermanos.
Sigamos adelante, unidos en este viaje de transformación, con la promesa de que cada uno de nosotros, en nuestra pequeña esfera de influencia, puede ser un agente influenciador.
Que el espíritu de la naturaleza nos guíe y nos inspire a cada paso, y que nunca olvidemos que somos custodios de esta hermosa creación. Que el eco de nuestro compromiso resuene a través de los tiempos, recordándonos que, juntos, podemos construir un futuro donde la vida no solo persista, sino que florezca en su más pura esencia. Hasta que volvamos a encontrarnos en este camino, que la luz de la esperanza nos acompañe por siempre, juntos como hermanos.
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