Por Rosemary Francisco, arquitecta
Un nuevo mundo nos aguarda,... uno donde las cadenas invisibles que durante tanto tiempo han atado nuestro cuerpo y nuestra alma finalmente se romperán. Esas cadenas, frágiles a simple vista, pero incrustadas en lo más profundo de nuestra conciencia, han mantenido nuestras alas plegadas, incapaces de volar hacia nuestra verdadera esencia. Atrapados en paradigmas y creencias de vida creados para sumisión. Un mundo donde lo que creemos real es ficticio y lo que se dice ficticio resulta ser lo real.
Por demasiado tiempo, hemos habitado en una prisión sin muros visibles, un laberinto

tejido con hilos de miedo, ignorancia y resignación. Hemos sido cautivos de un sistema oculto, cruel y despiadado, diseñado por poderes que operan en las sombras, alimentándose del sudor de nuestras frentes y del latir de nuestros corazones. Ellos, si ellos maestros de la manipulación, han colocado sus grilletes en nuestros pensamientos, en nuestras aspiraciones, y hasta en los sueños más íntimos, sofocando el fuego de nuestra libertad.
Pero todo esto, sí todo esto llegará a su final. En este mundo venidero, la violencia será solo un eco distante, un susurro olvidado que se desvanecerá como las sombras, frente a la intensidad de un amanecer eterno, bello y hermoso que ya nos espera. Las espadas, manchadas de sangre, serán fundidas en arados para labrar la tierra, y los cañones enmudecerán, convertidos en instrumentos de creación y amor. Ya no habrá lugar para el odio, porque el amor será el lenguaje universal que todos hablaremos, y las heridas del pasado serán sanadas por la infinita ternura de un nuevo comienzo.
Esperanza, Unidad y Libertad

Será un mundo en el que el sol brillará para todos por igual, derramando su luz sobre los valles y montañas sin distinción, recordándonos que somos hijos de la misma fuente, del mismo creador. Esas divisiones que nos separaron —la raza, la religión, el género, el idioma, las fronteras, ...— se disolverán como la bruma ante la calidez de un nuevo día. Las manos que antes se alzaban para destruir ahora se entrelazarán en un gesto de hermandad, y los corazones que se cerraron por temor, terror, pánico, recelo, desconfianza todos en la misma sinonimia, ahora se abrirán para recibir la plenitud de la vida y del amor.
Imagina, solo imagina, ese momento glorioso: La humanidad caminando junta, ya no bajo el peso de cadenas invisibles, sino bajo el manto de una verdad luminosa. La esclavitud de las sombras será reemplazada por la libertad de la luz, y el alma de cada ser podrá elevarse sin límites, danzando al ritmo del universo.
Y así, como un amanecer eterno, este nuevo mundo no será solo un lugar, sino un estado del ser, una comunión profunda entre todos los que habiten bajo su cielo. Allí, en esa tierra prometida, cada lágrima derramada será una estrella en el firmamento, testigo del sufrimiento que dejó de ser, y cada sonrisa será un destello de esperanza, iluminando el camino hacia una eternidad de paz.
Ese mundo nos espera, paciente, al otro lado de nuestras cadenas. Solo queda dar el primer paso hacia él, abrir los ojos, extender las manos y reclamar lo que siempre nos perteneció: La libertad de vivir plenamente, en armonía con la creación y con nosotros mismos, juntos como uno.
Será un mundo sin desigualdades, un lugar donde la justicia ya no será un anhelo distante, sino una realidad tangible que acaricie a cada ser humano con el mismo cuidado y respeto. Las garras invisibles de aquellos que durante siglos tejieron los hilos de nuestras vidas desde las sombras finalmente se debilitarán, desmoronándose como cenizas arrastradas por el viento, incapaces de resistir la fuerza luminosa de la verdad. Esa verdad, poderosa y pura, que como un río imparable, lavará las mentiras que construyeron su dominio sin par.
Esos mismos que, con manos ocultas y corazones endurecidos, que fabrican guerras y enfermedades, no por necesidad, sino por avaricia, transformando el sufrimiento humano en lingotes de oro en su beneficio. Las guerras, esas tragedias diseñadas en despachos oscuros, que nacen disfrazadas de patriotismo, con discursos que apelaban al honor, al deber, a la protección de la tierra y la familia. Pero detrás de esas palabras resuenan los ecos de la codicia, el hambre insaciable de quienes ven en el caos una oportunidad para multiplicar sus riquezas.
Esas guerras que han arrebatado a los inocentes, a esos valientes que, con el corazón lleno de amor por su patria, marchan sin saber que no son más que piezas de un tablero siniestro. Hombres y mujeres que ofrecen sus vidas creyendo en una causa que nunca es realmente suya. Bajo el cielo teñido de humo y sangre, dejan sus sueños y sus historias a medias, mientras en las alturas, lejos del estruendo y el horror, los poderosos, sí los poderosos, esos poderosos poderes ocultos que manejan al mundo alzan sus copas de cristal chapadas en oro en esos festines realizados en su propio honor.
Allí, en salones adornados con oro y mármol, se escuchaban risas huecas y brindis vacíos. Celebraban no el sacrificio, sino el beneficio, el cálculo preciso de cuántas vidas eran necesarias para engordar sus cuentas. Las cifras de muertos y heridos, donde para ellos, no son tragedias, ni nombres, ni rostros, sino números fríos en un juego de poder, estadísticas que miden el éxito de su dominio. Cada lágrima derramada, cada corazón roto, se convierte en un ladrillo más en las murallas de su riqueza y opulencia.
Pero, más allá o más acá no muy lejos yá; esas murallas, altas e imponentes, están destinadas a caer. Las fuerzas que sostuvieron su imperio de sombras se resquebrajarán ante la luz de un nuevo amanecer. Un amanecer donde la verdad será la espada que corte los hilos del engaño, y donde la justicia reclamará lo que siempre le perteneció.
Será un mundo donde el valor no se mida en sangre derramada, sino en actos de bondad. Donde las riquezas ya no se forjen del sufrimiento ajeno, sino de la prosperidad compartida. Un mundo que recordará a los inocentes, no como peones sacrificados en un juego despiadado, sino como las almas valientes que iluminaron el camino hacia una "Nueva era".
Y qué decir de las enfermedades… ¡Oh, las enfermedades otra industria del poder ! Que no son meros azotes del destino, sino herramientas de control, eslabones de una cadena que buscan perpetuar el dolor y el sufrimiento de nuestros trajes humanos en este mundo material. Nos ofrecen remedios que disfrazan la cura con veneno, píldoras que sanan un rincón del cuerpo mientras siembran caos en otro órgano del mismo cuerpo. Nuestro cuerpo fue creado naturalmente como árboles y rocas, pero por nuestro descuido e ignorancia y a favor de ellos lo dañamos en pronta. No hay en ellos intención de sanarnos, porque su reinado depende de nuestra dependencia e ignorancia loca, y así mantenernos sujetos al engranaje de su maquinaria oscura, cruel, inhumana o bestial. Todo esto terminará, más acá o más allá pronto será, ya lo verás.
Nos han mantenido dormidos bajo un manto oscuro, un velo tejido con mentiras dulces y verdades a medias, diseñado para que no cuestionemos, para que aceptemos como propias las ilusiones que nos enseñan. Somos sombras caminando en un mundo que no hemos creado, atrapados en una danza que no escuchamos. Incluso nuestros hijos, las estrellas nacientes que deberían iluminar el porvenir, son ahora blanco de su ambición. Con sutiles palabras, confusas ideologías y manipulación, intentan arrancarles la inocencia, sembrando en ellos la duda de su esencia, de si son o no son, alejándolos de la luz divina que reside en su interior. Pero no, mi hermano, no más. ¡Despierta! Es tiempo de abrir los ojos y deshacernos de este yugo invisible. Ha llegado la hora del despertar, de rasgar el manto que nos cubre y mirar al cielo con ojos renovados.

La hora de romper las cadenas invisibles que aprisionan nuestras almas y alzar el vuelo hacia la verdad. Una verdad que arde como el sol en el horizonte, purificando todo a su paso, devolviéndonos la claridad. Es el momento de alzar la voz, de entrelazar nuestras manos y caminar juntos hacia ese mundo que siempre ha aguardado por nosotros: Un mundo de justicia, de paz, y de un amor tan vasto que abarque cada rincón de la existencia.
Pronto, todos los velos caerán. Nuestros ojos contemplarán con claridad el resplandor de una verdad pura, una verdad ancestral que siempre ha estado esperándonos. Será el renacimiento de nuestra esencia, el regreso a una paz profunda y auténtica. Cada espíritu, libre al fin, se elevará sin miedo, guiado por el propósito divino para el cual fue creado.
Caminaremos juntos hacia un mundo de armonía y claridad, sintiendo que cada paso nos acerca a la luz de un amor infinito, ese amor que lo sostiene todo. Ese amor nos invita, con suavidad pero con firmeza, a despertar a un nuevo día eterno. Ya hemos comenzado el camino hacia este despertar. Aunque el cambio de paradigma sea duro y doloroso, al final nos encontraremos gozosos y vibrando en unidad. Quizá no lo veamos nosotros, pero será el legado para los que vendrán.
Por ahora, dejemos que la esperanza sea nuestra guía, mientras desde lo alto resuenan algarabías y trompetas, anunciando el amanecer de "Un mundo Nuevo".
Y cuando ese nuevo día llegue, recordaremos que fuimos parte de este viaje. Que nuestras luchas, lágrimas y esfuerzos no fueron en vano, porque contribuyeron a sembrar las semillas de una existencia más luminosa. En ese día, nuestras almas cantarán en unidad, libres de cadenas, celebrando la victoria de la luz sobre la sombra, del amor sobre el miedo.
El futuro nos pertenece, y con cada paso que demos hacia él, lo convertiremos en un reflejo de lo mejor de nosotros mismos. Allí, en ese horizonte dorado, encontraremos lo que siempre hemos buscado:
"La Verdad, la Paz, la Libertad y el eterno abrazo del amor".
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